La reforma del edificio Montoya no es únicamente una respuesta a un crecimiento o una necesaria adecuación y optimización de los espacios. La oportunidad Montoya debe permitir hacer explícito un nuevo ideario y un cambio de paradigma arquitectónico que irá, poco a poco, implicando a toda la escuela.
El edificio Montoya ofrece unas condiciones inmejorables para llevar a cabo esta transformación, tanto por su situación estratégica como por su tipología construida. Con esta reforma nos parece posible renaturalizar el entorno, transformar un edificio amurallado en un edificio de balcones diáfano, donde los recorridos estructuren los espacios y hagan una escuela continua donde se disuelven los límites dentro-fuera, abierta al exterior, divisible, ampliable y luminosa.
Una escuela que parte de considerar al niño como actor de la ciudad y que, por ello, nace ligada a un pasaje, a la ciudad, protegida pero vinculada a la vida del barrio, como parte de su camino escolar. Un pasaje que es la base de la escuela, un elemento de urbanidad que trata la escuela como parte de un universo urbano mucho más amplio, que la organiza, definiendo sus espacios, sus pasos y orientando las aulas.
No se diseña ninguna distribución, todo lo que hay es un recorrido. En planta baja, los espacios comunes de entrada y de vestíbulo se conciben como la extensión natural del pasaje en el interior de la parcela. Esta nueva franja permite organizar un espacio amplio de vestíbulo vinculado a los patios, al propio y al de los grandes. Este espacio es a la vez vestíbulo, sala grande, espacio polivalente, porche cuando llueve… La franja se extiende hasta el interior del patio o se convierte en una escalera rampa. El primer tramo, semejante a un pequeño anfiteatro, recoge el pasaje y lo hace girar alrededor de un árbol central mientras se llega al segundo nivel. El gesto rodea un patio de tierra, natural, que hace de ágora de la escuela, de teatro, de lugar de referencia de la vida comunitaria. Los espacios bajo la escalera rampa servirán para guardar material de patio y para ubicar los servicios. El patio, pues, se concibe como un espacio tramoya donde mirarse, saludarse.
La escuela potencia la vida en común. En la sala polivalente, vestíbulo y sala grande a un mismo tiempo, se hace muy evidente. En las aulas mismas, que se amplían o se dividen según sea necesario, se hace indispensable. En el patio, donde parece que los recorridos giran en torno a un gran árbol al tiempo que definen una plaza, de balcones, donde todo el mundo está y todo el mundo se mira, se hace escuela.
La geometría del cuerpo construido permite, a su vez, optar por una distribución interior que favorezca el emparejamiento de las edades, haciendo que los más pequeños se ubiquen juntos en la planta baja y los más grandes en la planta superior.
Pero la oportunidad Montoya también nace ligada al resto de la escuela, construyendo su paisaje final, diluyendo su contundente volumetría en una presencia blanda, transformando la propia idea de edificio en la de un pabellón que se deja entrever detrás de una celosía que protege del sol y de los pelotazos del patio de los grandes, y que se convierte en un telón de fondo que se abre y se cierra cuando conviene. El edificio opera sobre la profundidad, la edificación se desvanece, haciendo que la forma del edificio resulte de la actividad y que la escuela se muestre siempre diferente. La reforma pretende enfatizar el carácter ligero de una estructura de pilares frente a una de muros. La vocación de apertura, sumada a la necesidad de rehacer y repensar los muros de cierre, convierte un cuerpo murario en un edificio de sólo pilares. Los nuevos cierres, tanto interiores como exteriores, formarán un solo sistema de módulos de marcos acristalados que se encadenarán formando paramentos independientes de la estructura del edificio.
Las aulas se orientan todas al patio y se conciben en continuidad con el recorrido fundacional. Así, las de planta baja tienen un porche de protección ante sí y las del primer piso, un balcón radicalmente abierto al exterior, dejando en la parte posterior los servicios y la distribución interior. Gran parte de la vida de escuela se puede hacer a la intemperie. La movilidad de poder hacer la clase en cualquier lugar, por ejemplo bajo un árbol, amplifica el mundo de los niños. También la azotea se hace practicable con la llegada del ascensor y las escaleras. Un gran toldo la protege parcialmente del sol y de la lluvia y confiere al conjunto una imagen de montaje ligero, transformable, amable y doméstico.