Barcelona, para hacer frente a las oleadas de inmigración que la han acabado definiendo, tuvo que hacer varias actuaciones urbanísticas durante todo el siglo pasado. Se trataba de crear barrios completos con un mínimo de habitabilidad y servicios para personas con pocos recursos. Buen ejemplo de ello son las casas baratas de Sant Andreu, un barrio ahora integrado en la trama urbana pero que en el momento de su construcción quedaba apartado de cualquier núcleo urbano, en unos terrenos baratos junto al río Besòs.
Con la voluntad de mantener un vestigio del estilo de vida de las clases populares que han habitado aquel lugar, pero desarrollando un plan urbanístico de sustitución, la administración ha decidido derribar el barrio para construir edificios más nuevos y grandes y solo mantener una manzana de estas casas de planta baja para hacer un equipamiento y un museo sobre las propias casas baratas.
Juntamente con Harquitectes, Leve Projects ha participado en el concurso público para definir el proyecto de mantenimiento de ese pequeño espacio de memoria, pero cambiando una de las propuestas de la administración. En lugar de mantener una sola manzana, proponen conservar dos –ajustando el precio para que no sea más caro– con la voluntad de mantener la calle. Éste es un elemento básico si se entiende qué eran las casas baratas. Se trata de viviendas muy pequeñas y por ello todos sus inquilinos han utilizado la calle no sólo como lugar de socialización sino como parte de la casa. En las casas aún habitadas es habitual encontrarse vecinos con sillas en la puerta. Musealizar solo la vivienda es un error porque la vida de los residentes no se explica sin la calle de enfrente. La calle debe convertirse, por tanto, en un espacio público, pero también en parte del museo.
Otro elemento clave a tener en cuenta es que, si la musealización quiere representar el estilo de vida de sus habitantes conservando tres casas y ambientándolas en diferentes épocas, hay que conservar las tres íntegramente y mantener el acceso desde la calle central. Los elementos interiores de época corresponden a una tarea que no es objeto del concurso en cuestión, pero el paso previo –el derribo y la conservación– también debe tener en cuenta el uso posterior.
El resto de casas de la manzana serán derribadas manteniendo la fachada. Se generarán, por tanto, espacios amplios que conservarán los elementos necesarios para mantener la estructura. Si bien, no formarán un espacio uniforme, sino que, ya que las casas conservadas no necesariamente tienen que ser contiguas, se generará un espacio amplio con una forma que se adapte a los espacios no derruidos. De este modo, se crearán rincones que se podrán ajustar en función del uso que finalmente se decida dar al equipamiento. Aun así, hay que considerar los elementos arquitectónicos relevantes como patrimonio y, por ello, se propone mantener algunos elementos en el equipamiento haciendo un derribo selectivo.
Finalmente, hay que tener en cuenta que la intervención arquitectónica tendrá un efecto claro sobre el sentido museístico que se le quiera dar a posteriori. La propuesta plantea un cierto sentido museístico, porque pone en valor la calle, conserva el valor originario –y la estrechez– de las casas y mantiene otros elementos patrimoniales significativos. Con ello, aunque la musealización siempre tiene una parte de recreación, se pretende conservar de modo fidedigno el estilo de vida de las personas que han habitado las casas baratas a lo largo del tiempo.