La carretera se hace calle.
Sigue el mismo eje, con luces que
dibujan la línea en el cielo y una discreta
rugosidad en el suelo, puntuada por LEDs.
La sección, estricta y capaz:
dos vías para coches y una pista bici
a cada lado, segura, funcional,
legible, como en Flandes en medio urbano.
Las aceras, ajustadas, con plazoletas
y ensanchamientos, para intercambios
y encuentros, paradas de bus, árboles,
tramos de paseo, parkings.
Los coches y las bicicletas, a lo largo.
Atravesando, los peatones, para ligar
el Casino, la Estación, la Iglesia, Terra Nostra,
el Polígono, la Plaza del Pueblo, …
La calle se nivela con la zona 21,
sin saltos. Hacia el noreste es un
balcón sobre el barrio, abierto al paisaje,
las montañas y las infraestructuras.
Dos rellanos, el Casino y el Polígono, en la
larga bajada desde el Coll dibujada
por el techo de farolas que califican
la imagen de la nueva calle.
La ligera asimetría de luminarias y
árboles acentúa la posición a media
pendiente de la calle y la singularidad
de los lugares de oportunidad al suroeste.
La iglesia de Santa María, arriba. Abajo,
la Estación y la Plaza del Pueblo. En medio,
el pulmón verde del Casino sobre la
nueva calle Ene-ciento-50.