Tener que hablar de algo que técnicamente no existe te obliga a hacer algunas consideraciones previas.
Como si se tratara de escribir sobre una presencia o un fantasma, que se manifiesta solo desde su rastro, seguramente La Floresta Habla solo puede describirse desde los hechos: ¿qué pasó? ¿cómo pasó? ¿por qué pasó? ¿qué está pasando?
Los recuerdos se borran a gran velocidad, se simplifican, se mezclan con fantasías… y más todavía cuando se trata de recuerdos colectivos. Ésta es, pues, una crónica de los hechos, sin nombres propios, desde mi mirada, que quisiera que sirva para intuir la personalidad de este, digamos, «bien inmaterial» del barrio que es, en definitiva, La Floresta Habla.
I. Un día, pasó.
26/11/2013
El orden del día de aquel Consejo de Barrio estaba dividido en dos partes. Primero se presentó un estudio llamado “Criterios para la mejora del espacio urbano”, encargado a técnicos externos. Nos mostraron un análisis, una diagnosis y unas propuestas sobre cómo podrían ser las calles de La Floresta, atendiendo a que se trata de un barrio dentro del Parque de Collserola, en cierto modo consolidado en su informalidad urbana. Ante una cartografía de La Floresta del momento, se hacía evidente que el trazado de las calles del futuro tenía que dejar de ser pensado desde la tabula rasa: ni las bajadas podían transformarse en planos, ni las curvas en rectas, ni secar las rieras que bajaban por la montaña para lograr un sistema de calles ideal y de manual. El esfuerzo tenía que centrarse, pues, en el diseño de las calles que tenemos, y en entenderlas ya no solo como unas vías por las que han de pasar y aparcar coches, sino como lugares del barrio en sí mismos, lugares donde poder caminar y estar. Y, sobre todo, entender que aquello iba de un sistema de calles con aspiración de calidad urbana que tenía que dialogar con otro sistema que era el de la montaña y el parque natural.
Al terminar, los ponentes se fueron y empezó la segunda parte. Entonces, se comunicó la intención de ejecutar una partida presupuestaria y asfaltar 90.000 m2 de calles, como medida para “erradicar el polvo y el barro en La Floresta”. Se aclaró que era una operación low cost –no se trataba de urbanizar las calles, sino de asfaltarlas– y que no habría proyecto ejecutivo previo, sino que por razones de calendario de la legislatura se licitaría la obra directamente a una constructora a partir de un proyecto básico, o sea, sin terminar de diseñar.
¿Entonces? ¿El mismo día que nos explicaban qué se debería hacer, decidían hacer otra cosa? En sí misma, la noticia tuvo efectos contrapuestos entre los vecinos.
Por un lado, unos, bajo el argumento de la justicia social –el «ya era hora, hace cuarenta años que pago los mismos impuestos que en el centro»– se movían entre el goce de haber conseguido finalmente el derecho a la inversión municipal, la desconfianza en que esta vez fuese real y la angustia de saber que no había dinero para hacer todas las calles y, por lo tanto, iniciaban la lucha para que su propio caso quedara convenientemente atendido.
En el otro extremo, unidos por el “no pasarán”, otros rechazaban tanto las formas unilaterales del anuncio como el contenido de la propuesta. Pedían la participación ciudadana en el proyecto y articulaban un razonamiento puramente medioambiental, de preocupación sobre los efectos de tanto asfalto en el ecosistema. Veían en el asfaltado extensivo la destrucción del paisaje, la invasión de un “modelo de ciudad” expansivo, que entraba en contradicción con las lógicas propias de su periferia, en contacto con la naturaleza.
La excitación general por la inminencia de la actuación provocó una reunión informal de vecinos, en la que se encontraron unos y otros, así como muchos que, aunque no sabían dónde situar todavía su opinión, intuían que se trataba de un asunto importante y se añadían a la búsqueda de información y argumentos. Y así, uno tras otro y entorno a esta temática concreta, se fueron sucediendo encuentros vecinales abiertos en los que se abrió el espectro de aspectos a tener en cuenta, se aproximaron opiniones y, finalmente, se acordó una postura de consenso que podría resumirse en un “sí, de acuerdo, vayamos adelante con la inversión, siempre y cuando las cosas se hagan de otra manera».
Un día, reunidos en el emblemático Casino, renovado ahora con aspecto de equipamiento municipal, a este “estado de conversación” se le puso el nombre de La Floresta Habla. El grupo que participó tuvo claro que el tema era importante y que había que abrir el debate al resto del vecindario. Y allí empezó la campaña para darnos a conocer como espacio de confluencia vecinal.
El concepto
¿Qué era aquello de La Floresta Habla? Empezamos a existir desde que nos expresamos con una primera definición. Esto es lo que salió:
- La Floresta Habla es un grupo abierto. Todo el mundo es bienvenido e invitado a participar con sus ideas.
- La Floresta Habla se articula alrededor de inquietudes comunes, no resuelve problemáticas individuales.
- La Floresta Habla se reúne, cuando debe. Esto es, cuando hay alguna causa para discutir, ofreciéndose como una Plataforma que ofrece distintas posibilidades para que se produzca el diálogo y el acuerdo.
O sea, no tenemos forma ni tamaño, solo existimos entorno a una temática y nos ponemos a ello solo cuando consideramos que es necesario.
El logotipo, redondo y verde, hecho de la unión de un altavoz y una estructura arbórea, trataba de comunicar esta condición fractal de la participación, en la que, aceptando los diferentes grados de implicación de los vecinos, desde las hojas al tronco, se transmitiera que La Floresta Habla era un espacio donde todo el mundo podía tener voz.
Hicimos un flyer, lo autoimprimimos, lo plegamos y lo embustiamos por todo el barrio y convocamos un encuentro más grande: unas Jornadas para hablar sobre el «Plan de Choque contra el Polvo y el Barro». El título de la Jornada, «¿Qué Floresta Queremos?», ya anunciaba que la conversación que se planteaba era un poco más elaborada y ambiciosa que una llamada vecinal a la movilización pro o antiasfalto.
II. ¿Y qué pasó?
22/03/2014
La Jornada “¿Qué Floresta Queremos?”
La Jornada fue muy positiva. La campaña de comunicación hizo su efecto y vino mucha gente y muy diversa. Se implicó a la escuela para incluir también la voz de los niños, e incluso se recuperó mucha “gente de antes”, desencantados de la vacuidad de las luchas vecinales históricas que volvieron a asomar con interés. Exposiciones, actividades infantiles y una comida de clausura enmarcaban la jornada de debate, tratando de hacerla amena, inclusiva y festiva.
El programa del día se pensó con la obsesión de alcanzar una conversación de calidad: en primer lugar, se hicieron intervenciones dedicadas a informar, a compartir de la manera más comprensible posible cuál era el tema y cuáles eran las circunstancias concretas para preparar un Debate Abierto que deseábamos que sirviera para decidir colectivamente algo.
Los técnicos invitados fueron los grandes ausentes. Seguramente, asistir era un compromiso incómodo para ellos. Tal vez les hizo pereza, quizás fueron interceptados, no lo sabemos. El caso es que, por el tono divulgativo que se pretendía, haber podido volver a repasar el documento de Criterios con sus autores, o haber podido conocer de primera mano las leyes del Parque de Collserola, hubiera estado muy bien. Sí que asistieron, en cambio, representantes políticos del gobierno, vestidos de sábado, inicialmente a la defensiva. Pero el debate sirvió para incluirlos también en la conversación. En cierto modo, se estaba volviendo a rescatar el lema «Para conservar la naturaleza, hay que urbanizar con cuidado», que se había utilizado en las Jornadas sobre Urbanismo que se habían organizado en 2001. La lucha sobre el “qué queremos” se trasladaba hacia el “cómo lo queremos” y, por tanto, había que ponerse a trabajar conjuntamente para definirlo.
Pero hacer las cosas con cuidado y de manera participada pide principalmente tiempo, y el calendario para sacar la licitación de las obras seguía acuciando… había que pasar a la acción.
De La Floresta Habla a La Floresta Hace. La redacción del Proyecto del Plan de Pavimentación.
4/4/2014
El Ayuntamiento presentaba un documento denominado Plan de Mejora de La Floresta, que serviría para sustituir el nombre de «Plan de choque contra el polvo y el barro» por un concepto algo más aspiracional. Se reconocía la carencia de inversiones en el barrio y se dividía la propuesta de actuaciones en dos fases: la primera, para tratar las calles –Plan de Pavimentación de las calles de La Floresta– y la segunda, para tratar la rehabilitación de la estructura de movilidad peatonal de escaleras y pasajes del barrio y tres plazas que se consideraron de suficiente complejidad e importancia urbana como para tratarlas con un cuidado especial.
Abordábamos, pues, ahora sólo la primera fase y, para hacerlo, en una serie de ocho reuniones vecinales propusimos nosotros mismos el sistema de clasificación de calles, basado en criterios objetivos consensuados, y definimos unos criterios de diseño globales, que servirían de guía para su ejecución, conscientes de que su aplicación sería pura artesanía. La esencia era reconocer que el gran volumen de calles a pavimentar coincidía justamente con los más pequeños, periféricos y colindantes con el parque. Por su condición de secundarios, permitían pensar en soluciones de prioridad invertida, donde los viandantes recuperaban el uso central de la calle, y con soluciones permeables, atentas al entorno natural.
El proceso finalizó con cuatro reuniones finales con técnicos del Ayuntamiento en un Grupo extraordinario de Territorio, que oficializaba y validaba técnicamente las propuestas.
15/05/2014
El Proyecto se presentó en un Consejo de Barrio Extraordinario, convocado exclusivamente para cerrar el tema con un acuerdo. Nos encargamos de presentar públicamente Ia propuesta y se alcanzó el acuerdo. A continuación, nos envalentonamos a redactar un documento que recogiera los criterios y los acuerdos adoptados. Es decir, redactamos el Proyecto Básico.
Pero esta historia no acabó muy bien. Una vez entregado el documento, este fue procesado internamente para ser convertido en el Proyecto Básico a licitar. Cuando lo vimos publicado vimos que faltaban unas diez páginas y toda la documentación gráfica. Había sido recortado sin ni siquiera comentárnoslo. Y, punteando las omisiones y cambios, había sido mutilado en muchas piezas clave. Pero lo supimos demasiado tarde…
Seis Llaves y la Masovería urbana municipal
15/06/2014
Mientras tanto, la casa de los maestros fue okupada por un grupo de jóvenes. En un contexto social de dificultad de acceso a la vivienda, el Ayuntamiento tenía, desde hacía un tiempo, un inmueble cerrado. La okupación, que buscó el apoyo del vecindario, proponía implantar un contrato de masovería urbana. Es decir, obtener el derecho a habitar en el inmueble a cambio de asumir su rehabilitación.
Se organizó una reunión entre okupas y vecinos. Más allá de hacer el seguimiento de sus negociaciones, el encuentro buscaba definir el sentido de este proyecto en el barrio. Se trataba de una propuesta de masovería sobre una propiedad municipal, no de una relación privada con un propietario, y, por tanto, había que tratar de definir en qué consistiría a la larga esta condición de derecho de uso a través de la masovería más allá de asumir la autorehabilitación inicial –cada vez más acotada– de este edificio.
¿Podía pensarse que los jóvenes desarrollaran unas actividades de servicio al barrio? ¿Qué tipo de servicios se podría proponer? ¿Mantenimiento del bosque y de los equipamientos del entorno? ¿Canguraje? ¿Cocina? ¿Cómo condicionaría la forma y el funcionamiento del propio bloque de viviendas pensar que, además de ser un lugar para vivir, fuera un lugar donde pasarían cosas del barrio y por el barrio? Y todavía más: ¿el derecho a vivir en el edificio a cambio de un servicio sería temporal? ¿Permitiría la rotación de generaciones de jóvenes del barrio en su primera emancipación?
Esta interesante conversación quedó interrumpida. Un día ya no fuimos convocados a las reuniones y las negociaciones prosiguieron a puerta cerrada. Había que dejarlo resuelto. Y es que se avecinaban las elecciones municipales…
El Manifiesto “La Floresta que Queremos»
Y con las elecciones, vino la llegada de los folletos de propaganda electoral, en los que La Floresta no está demasiado acostumbrada a reconocerse.
Desde La Floresta Habla se hizo un llamamiento a participar en la redacción de un manifiesto: «La Floresta que Queremos». La idea era invertir la mecánica y, en vez de esperar a elegir entre la oferta, redactar desde el vecindario una especie de programa propio, con conceptos y acciones concretas para la próxima legislatura que compartiríamos con los diferentes grupos políticos aspirantes a la alcaldía y para solicitarles apoyo.
El manifiesto se elaboró de nuevo entre vecinos, y consistió en hacer un ejercicio de síntesis desde la diversidad de las propuestas concretas que se iban aportando. En definitiva, todo se podía resumir en cuatro bloques:
- Queremos participar
- Queremos preservar los espacios naturales en los que se inscribe La Floresta
- Queremos mejorar la calidad urbana
- Queremos fomentar la convivencia y la corresponsabilidad vecinal
Si fuéramos gente de «modelo de barrio», el perfil sería el de Ecobarrio.
La mayoría de los grupos políticos le dieron apoyo explícito firmando el documento, unos pocos disimularon y uno manifestó públicamente que el documento no tenía ningún valor, que las opiniones se concretan en las urnas.
Las elecciones municipales
24/05/2015
Los resultados de las elecciones municipales cambiaron el organigrama político y también una norma importante que afectaba al Consejo de Barrio: ahora el Consejo puede ser presidido por un concejal que no sea del grupo ganador. Un vecino de La Floresta, que había participado activamente en La Floresta Habla, se convertía en su Presidente y, apoyado por una red vecinal activa, iniciaba un cambio de formas en el funcionamiento del Consejo. ¡Pero todo esto lo veríamos después del verano!
El Pregón de la Fiesta Mayor 2015
24/07/2015
Nos invitaron a hacer el pregón y nos hizo mucha ilusión. Hacer el discurso de bienvenida al verano, después de un año tan movido, era un regalo.
La intervención estaba dividida en dos acciones: primero, explicar de nuevo, ahora con un micro, qué era eso de La Floresta Habla, y aprovechar para pasar lista a las múltiples asociaciones, agrupaciones y colectivos del barrio. Somos muchos, estamos muy vivos. ¡Había que hacerlo visible! Después, apareció de entre el público el Jefe indio Seattle, de la tribu de los Swamish. El año 1854, en respuesta a la oferta de compra de sus tierras por parte del hombre blanco, había respondido con una bellísima carta argumentando la necesidad de defensa del medio ambiente. El espectro de Seattle había llegado desde otro tiempo y desde otro lugar. Y estaba maravillado de lo que había encontrado en La Floresta. Nos hizo muchas alabanzas, situó La Floresta en el centro de la humanidad y concluyó: ¡La Floresta tiene Flow!
III. ¿Y qué está pasando ahora?
Después del verano y de las elecciones municipales, la situación se presentaba renovada.
Por un lado, el Consejo de Barrio se estrenaba con una puesta en escena diferente, palpable en la disposición de los asistentes, en la diversificación de voces de vecinos, o en cosas tan singulares como acabar cada consejo con la actuación musical de algún vecino de La Floresta. Por otro lado, el ayuntamiento mismo respondía a los tiempos de la participación ciudadana abriendo una Concejalía de Participación y desplegando recursos y personal para profesionalizar y centralizar el hecho en sí.
En este nuevo contexto, fieles al tercer mandamiento que decía «La Floresta Habla, cuando es necesario», se dejaba paso al ámbito del Consejo de Barrio con el acompañamiento de la concejalía de Participación para continuar la conversación.
En silencio latente
Pero la mayoría de los nuevos actores no habían vivido nada de la etapa anterior y desconocían el trabajo hecho. Cuando llegó el momento de ejecutar el Plan de Pavimentación, el folleto informativo que se repartió no citaba ninguno de los Criterios para la Pavimentación de La Floresta que se habían trabajado desde La Floresta Habla. Los vecinos iban siendo convocados in situ para tratar su caso particular, pero, sin el decálogo de acuerdos bien presente, todo se transformó en una vuelta a empezar desde cero. Presenciamos incluso gritos y confrontaciones en la calle. Fue duro presenciar cómo desaparecían los criterios y perdíamos la oportunidad de humanizar y naturalizar nuestras calles.
Pero todo ha seguido adelante. Lo más importante y positivo ha pasado barrio adentro, con la activación de grupos de trabajo temáticos, muchos de los cuales han logrado convertir sus inquietudes en propuestas. También, con la llamada a la formulación de proyectos para los presupuestos anuales de libre disposición. También, abriendo el melón del Plan de Movilidad. También, revitalizando el uso del Centro Sociosanitario con un Casal de Jóvenes y una Biblioteca provisional de barrio. También… ¿tal vez es demasiado? ¡La Floresta está muy viva y habla por todas partes!
La Floresta Habla lleva ahora dos años de silencio latente, haciendo solo pequeñas respiraciones. ¿Despertará?