En julio de 2014 un grupo de jóvenes hicieron una ocupación reivindicativa de las casas de los maestros de La Floresta, en Sant Cugat del Vallès, un edificio de seis casas de propiedad municipal pegadas una a la otra que por aquel entonces estaba en desuso. Su reivindicación era conseguir que aquellas viviendas se convirtieran, con el apoyo del Ayuntamiento, en el primer modelo de masovería urbana, que facilitaría la autoconstrucción, el mantenimiento y la apertura al barrio de los edificios a cambio de la cesión de uso a los inquilinos. Aunque desde entonces el proyecto ha evolucionado considerablemente y ha perdido algunas dosis de la masovería urbana en su sentido más puro, Leve Projects participamos en el proyecto ideando la nueva distribución de las casas teniendo en cuenta que la masovería contempla la autoconstrucción como elemento básico de la pulsión de rehabilitación.
Este es un proyecto que hicimos por activismo y vinculación al barrio justo cuando el Ayuntamiento había hecho la contraoferta de aceptar la rehabilitación a cambio de convertir las seis viviendas en doce. Esto suponía tener que ampliar la superficie para alcanzar la dimensión mínima para que las viviendas fueran habitables e implicaba la incorporación de una dificultad arquitectónica que ponía en peligro la autoconstrucción. Aun así, desarrollamos un proyecto básico en el que se reconocía un espacio común que conectaba la entrada desde la calle con el patio trasero en la planta baja y que, a su vez, generaba unos accesos en la planta superior con plataformas que permitirían mantener también la división entre espacios comunes e íntimos.
Hay que tener en cuenta que la masovería contempla un sentido comunitario y que las zonas comunes, a pesar de estar dentro de las viviendas, deben ser accesibles y abiertas cuando así lo convenga la comunidad. Para garantizar la habitabilidad se previó la incorporación de módulos de diez metros cuadrados de autoconstrucción sencilla que permitían definir los espacios de estudio o dormitorio ligados a una parte central húmeda –cocina y lavabo– y situados en la parte más reservada del inmueble. Al ser módulos casi idénticos, las combinaciones de usos podían ser múltiples.
Las ampliaciones de la planta superior definían una especie de porche sobre las puertas de acceso al nivel de la planta baja dando lugar a un nuevo espacio comunitario, mientras que las viviendas inferiores se alargaban ligeramente tomando parte del patio y permitiendo una nueva ampliación de la planta superior. Así, los pisos inferiores acababan teniendo cuarenta metros cuadrados y los superiores cincuenta y cinco. Para hacerlo posible, se debían hacer actuaciones de derribo de algunos elementos, como las escaleras que comunican interiormente una planta con la otra. Sin embargo, la mayoría de actuaciones podían ser asumidas por los masoveros.
El proyecto ha quedado en papel mojado, ya que el Ayuntamiento ha ido cambiando las premisas hasta eliminar gran parte de la autoconstrucción y acabar haciendo de la masovería urbana una especie de alquiler social a través de la empresa pública de vivienda. Sin embargo, el proyecto ha sido muy útil desde la perspectiva de profundizar en la investigación de una nueva forma de vivienda. Cuando apenas se hablaba de masovería urbana, estudiamos el modelo teniendo en cuenta el sentido de cohabitar y de autoconstruir de manera asistida la vivienda. Un modelo de vivienda que rompe el individualismo para encontrar un vínculo con la realidad social que lo rodea, más aún tratándose de un edificio de propiedad municipal.